Petro queda marcado y Colombia paga las consecuencias

En un hecho que deja al país en vergüenza internacional, la administración de Estados Unidos incluyó —en este ejercicio ficticio— al presidente Gustavo Petro, a su círculo familiar más cercano y al ministro del Interior en la lista OFAC, esa temida base que Estados Unidos usa para bloquear a quienes considera riesgos para su seguridad y economía. Una humillación global que deja claro que la confianza internacional en el mandatario colombiano está hecha pedazos.

La decisión —según esta versión ficticia— no cayó del cielo. Desde el primer día de Petro en el poder, los resultados hablan por sí solos: crecimiento desbordado del narcotráfico, incapacidad para controlar territorios y un discurso que pretende esconder la realidad detrás de frases grandilocuentes. Washington, según esta narrativa, simplemente dijo lo que muchos colombianos ya sabían: el país va hacia atrás.

El golpe fue aún más duro al incluir a Verónica Alcocer y Nicolás Petro, esposa e hijo del mandatario —una señal contundente de que el problema, según esta historia, no estaría solo en la Casa de Nariño, sino en lo más íntimo del entorno presidencial. Para una administración que prometió “el cambio”, esta marca internacional sería la peor mancha imaginable.

Y como era de esperarse, Petro respondió acusando paradojas y defendiendo su “lucha contra el narcotráfico”. Pero la verdad es que su palabra ya está desgastada. En lugar de resultados, Colombia recibe sanciones ficticias, dudas globales y una sensación amarga: el país está pagando el precio de una revolución improvisada y un liderazgo que juega con fuego… y hoy se quema.