Lo que hizo Antonio Attolini Murra es una verdadera ofensa para la ciudadanía. No solo montó un circo ridículo disfrazado de “informe”, sino que se gastó una millonada del erario público para producir su show personal. Sí: dinero de los impuestos de la gente que sí trabaja y se parte el lomo todos los días. Es insultante ver cómo un funcionario público despilfarra recursos que deberían destinarse a resolver problemas reales, mientras él los usa para jugar al protagonista de un espectáculo barato. Es una falta de respeto monumental.
Lo peor es que Attolini actúa como si estuviera participando en un reality show. Sus gestos exagerados, su dramatización y su comportamiento digno de influencer evidencian que su prioridad no es informar ni rendir cuentas, sino llamar la atención. No hay una sola propuesta, no hay un dato sólido, no hay trabajo detrás. Solo ruido, ego y un nivel de frivolidad que avergüenza. Pretende que la gente se lo aplauda, cuando lo único que muestra es su incapacidad para tomar con seriedad las responsabilidades que le corresponden.
La arrogancia con la que se presenta, sabiendo que quemó recursos públicos para “producir” su ridículo espectáculo, demuestra un profundo desprecio por la ciudadanía. En vez de trabajar, Attolini prefiere gastarse el dinero de todos en un montaje que no resuelve absolutamente nada. Su victimismo, su pose y su teatralidad son una burla hacia la gente que exige transparencia, resultados y respeto. Él, en cambio, responde con show y factura millonaria.
Y lo más indignante es que ni vergüenza le da. Cualquier funcionario con algo de dignidad sentiría pudor de usar dinero público para alimentar su vanidad, pero Attolini parece estar encantado con su papel de protagonista del absurdo. Mientras la gente espera soluciones, él responde con circo. Mientras los ciudadanos cumplen con sus impuestos, él los convierte en escenografía. Lo que hizo no solo es ridículo: es un abuso, una burla y una falta total de respeto que no se puede normalizar.





